domingo, marzo 11, 2007

Cazuela

Las castellanas, las de cogote pelaò, las rubias, las blancas de crestas rojas y resplandecientes, las ponedoras, todas ellas paseando, picoteando el maíz amarillo-anaranjado y duro que se mezcla con la tierra suelta. Un revoltijo de murmullos y plumas de colores atareadas en el ritual de picar un maíz y levantar la cabeza con cierto aire de sospecha y mirar alrededor, y si todo esta tranquilo bajar la cabeza nuevamente por otro grano de maíz. De pronto el paso lento y seguro de mi abuela se acerca por mí espalda, avanza, se pone a mí costado y mira las gallinas, da unos pasos, se pone en medio de ellas y espera. Las gallinas la miran con sospecha, sienten un dejo de duda al mirarla entre ellas, pero les resulta imposible precisar y analizar el estimulo, se tranquilizan al ver que desde su delantal ella les lanza más granos de maíz y se dejan nuevamente llevar por su ritual: Picar un maíz, levantar la cabeza, mirar con sospecha alrededor... de pronto ¡zas!, la abuela agarra por las patas una gorda gallina rubia, el escándalo crece, las gallinas alborotadas y frenéticas corren de un lado a otro al oír el grito ahogado de la gallina que pende cabeza abajo en las manos de la abuela. La gallina se retuerce, y da un par de picoteos furiosos, trata de luchar, de liberarse de su suerte, pero no lo consigue. De pronto veo como la abuela estira el cogote de la gallina hasta que el sonido roto-quebrado se oye, y mientras el cogote flácido pende, veo como la gallina aún da algunos aleteos. El griterío continua, las gallinas dispersas corren desorientadas de un lado a otro por el patio, mi abuela entonces se ubica en el centro del patio y vuelve a lanzar un puñado de maíz sobre la tierra, las gallinas se agrupan a su alrededor, y con el primer grano de maíz en su pico, olvidan para siempre la suerte de la otra gallina. Mi abuela me hace un gesto con la cabeza señalando el fondo puesto sobre las brazas, es un fondo que ya esta negro, tiznado por el uso y el paso del tiempo, tomo el palo puesto a un costado y le quito la tapa, de inmediato surge una nube de aire caliente y a medida que el vapor se dispersa, puedo ver como el agua burbujea hirviendo, entonces ella sumerge lentamente la gallina en el agua los segundos suficientes para que las plumas se suelten y salga ese olor que azota mi nariz hasta en los recuerdos. Pasado el tiempo suficiente para que se soltaran las plumas, sacó la gallina y la puso en la mesa bajo el parrón, le desprendió algunas plumas con una destreza inigualable y luego se limpió las manos en el delantal. Ella me sonríe como siempre y me invita acercarme, y ante mí mirada algo inexpresiva me señala: Termina de desplumar la gallina, hoy tú harás la cazuela completa

3 comentarios:

Tapio dijo...

Barbarie... simplemente una barbarie. ME pasó lo mismo de chico, ver como desnucaban una inocente gallinita y ver el proceso de como poco a poco seconvierte en el nutritivo y esperado plato que todos se hacen rechupete.
La cazuela de ave no me gusta, por eso tanto repudio. Hetomado ñachi (si es que se escribe así) y he hecho barbaridades en mi vida que me podría arrepentir.. pero que callare para salvar la poca dignidad que tengo.
Algo que jamás me dejará de sorprender son las contracciones post mortem de los animales. Una vez, en el campo, unos chicos me invitaron a cazar patos. el tema es que como era muychico y no debía disparar la escopeta, por órdenes estrictas e infernales de mi madre, me dieron la misión de ser quien le diera el estirón de gracia. La espera fue larga y de pronto se escucho el trueno... boom.. sali corriedno y tome a un pato salvaje herido. Tal como me enseñaron cogí al pato del cuello y sus patas y etiré y torcí. En toda la emoción y adrenalina me fuí al chancho y su cabeza quedó en una mano y el cuerpo en otro. Pero seguía aleteando. ¡cómo chorreaba sangre ese pobre pajarito!.. quede asqueroso.
¿no se les podrá inyectar algo?.. ¿o matarlos con unos malos chistes?.
Que recuerdos despertaste, debería haber posteado esto en mi blog.

Besos
T.

J. dijo...

Episodios como el narrado y otros acontecidos en mi infancia hacen que por ejemplo no comiera pollo durante años, menos trozarlo, nada que decir de consumir tórtolas, codornices o sus derivados, imposible superar el asco de ver el pájaro decorado en el plato y que te salga un perdigón por casualidad. Lo que nunca me causo mayores problemas fue ver como mi abuelo degollaba los corderos. Muchas veces fui yo quien sostenía la olla bajo la cabeza del animal para que cayera la sangre. La verdad nada de eso me pareció sanguinario, a mí abuela le dejamos cientos de huevos “gueros” al sacarlos de la gallina y tratar de empollarlos nosotros. Si me conmovía hasta las lágrimas cuando salían a cazar liebres y/o conejos y llegaban con algunos diminutos que siempre insistía trajeran vivos. Ahora qué estoy pasando una temporada con mis abuelos, los recuerdos se vuelven más frescos, así como el olor de la gallina en la olla para sacarle las plumas. Creo que esas osas es mejor seguir viéndolas con ojos de niño, de ese modo no terminas sintiéndote un asesino en serie o algo peor.

Trata de escribir algo de eso, quizás te asombres de lo claro de tus recuerdos.

Un abrazo,

J.

Marta Salazar dijo...

Hola hola! Mira lo que son las cosas, en mi casa desplumaron muchas veces las gallinas (con agua caliente, alguna "nana" muy diestra en ello) y en el campo incluso las mataban y nunca sentí repulsión por ello, es más como y comí gallinas y pollos en tal cantidad, que creo que debía cacarear, ja ja

Distinto fue cuando mataron los cabritos... en el campo, claro, porque los gritos de los pobres animalitos eran espantosos; igual, todos comimos alegres y felices la deliciosa carne.

Gracias, me hiciste recordar momentos casi olvidados.

Un abrazo!