lunes, diciembre 11, 2006

Un bloque de vidrio...

Nunca pretendí parecer distinta, quizás sólo busque maquillar un poco lo que a toda vista siempre me pareció evidente, notorio. Lo inadmisible-imposible sería ocultar la realidad.

Diría que el efecto del maquillaje no fue del todo satisfactorio, quien me conoce podría asegurar que todo seguía exactamente igual que en un comienzo, sólo algunos rasgos y partes de mi cuerpo estaban algo difusos. Pero si lograba mantener la luz tenue el tiempo indicado, el maquillaje lograba un efecto disuasivo importante, ya que conseguía enfocar las miradas justo donde yo las necesitaba.

No me moví de la ventana, sólo dejé que la vista se perdiera entre las construcciones y el ruido que imaginaba hacían las maquinas, los autos, las personas que pasaban por los alrededores. Los vidrios eran un bloque de cemento transparente firmemente adheridos a otro bloque de cemento y ladrillos, -no había como abrirlos-. Hurgué en mi cartera buscando, y saqué un paquete de halls creamy de frutilla-crema, y recordé que ya hace un tiempo había dejado el tabaco. Quite el papel de un caramelo sin despegar la vista de la ventana y traté de centrar la mirada en algún punto sobre la lejana ciudad.

-Entonces lo divisé a la distancia, -Vi aquellos flecos trigo-ceniza al viento-

Dejé que aquella invención-ficción me mareara hasta cerrar los ojos y empecé a buscar en mis entrañas: su olor, sus recuerdos, entonces el esfuerzo del mareo de la invención-ficción de él, me hizo perder el equilibrio y volver a la realidad.

Insistí y volví a buscar los flecos trigo-ceniza en la calle. Y ahí estaba parado, me pareció que dudaba, avanzaba unos pasos –volvía a dudar-. Entro al edificio justo frente a mí y lo perdí. Baje la vista, busqué otro halls en la cartera y volví a mirar por la ventana. De pronto justo a la altura de mis ojos, atrapado en otro bloque de vidrio, estaban sus flecos alborotados, las mejillas coloradas, sus manos pegadas al vidrio, sus ojos suplicantes. Y yo olvidando el maquillaje, descuidando la postura ante la luz-evidencia, imité su gesto pegando mi cuerpo a mí bloque de vidrio y a la distancia acaricie su nariz con la mía.

Y entonces cuando la invención-ficción de los flecos trigo-ceniza estaba a punto de atraparme, sentí que la puerta a mi espalda se comenzaba abrir y la luz cambiaba lentamente. Enderecé mi cuerpo, y me quedé inmóvil hasta que sentí una mano apoyarse sobre mi hombro. Supe que había llegado la hora, volteé despacio y al girar la cartera cayó al suelo, me apresure en recogerla y al extender mi mano hacía los halls caídos, mis ojos buscaron posarse en el bloque de vidrio del edificio de enfrente para cerciorarme que todo había sido una invención-ficción, pero cuando el ansia calcinaba mis sentidos, la mano salida de la puerta tras de mí, tomo la cartera, mi mano y dirigió nuestros pasos a la salida, dejando tirados mis dulces en el piso.