lunes, mayo 24, 2010

Las alas de Ícaro

Aún cuando tengo certeza que ya no queda nada más que dar, y qué el vacio lo ha invadido absolutamente todo…Ahí está la fría noche parada en el umbral de la puerta mirándome. Sostiene una guadañada pedida en préstamo a la muerte, para escarbar más profundamente en mis entrañas…por si quedara algo más que arrebatarme.

Es un día de lluvia… el viento entra en mi cuerpo y produce un eco profundo…esta todo finalmente vacio. Me acerco al acantilado buscando a Ícaro en las inmensidades del cielo…

Mi humanidad vencida se sienta en el borde y espera… ¿Dónde te has ido Ícaro?, ¿Acaso tu también me has abandonado?. Quizás sabio tú, has decidido ocultarte para no perder las alas que tanto ha costado construir…

El viento se estremece y por detrás de una nube aparece volando raudo en mi dirección… quise decirle que ya era tarde, que el filo de la guadaña lo había descubierto… debieras huir…escapar… pero me muestra su rostro cansado, también vencido, sin ganas de surcar nuevos cielos y de esquivar la oscuridad que persigue y agobia.

Ícaro se sienta a mi lado, ambos ya sin fuerzas para continuar… cerramos los ojos y al instante siento la fuerza de la guadaña rozando mi mejilla, y el estruendo que provoca la caída de una de las alas de Ícaro por el acantilado.

lunes, mayo 17, 2010

Vendedora Ambulante

Sacudí un poco la flojera, me levanté y partí rumbo a la Vega Central. Luego de merodear por los alrededores me acerqué a una distribuidora de dulces. Estuve largo rato mirando de qué se proveían los vendedores, y conversé con uno que acababa de adquirir una caja de paquetes de oblea bañadas en chocolate. Según me señaló, en el supermercado salían poco más de $300 el paquete. La idea era vender dos paquetes en $500 y uno en $300, eso le daba una utilidad de sobre $50 por paquete vendido, y qué e general vendía más las 2 por $500 que una sola. Según yo, era más fácil que la gente pagara $100 que $500 en la micro si tenía hambre, así que desistí de la compra de galletas, aunque el margen de utilidad fuera superior a vender productos a $100. En este caso puntual, no estaba muy interesada en las utilidades que me proveyera el negocio.

Finalmente me decidí por comprar una caja de chocolates y otra caja de unas imitaciones de superocho, y satisfecha, fui a decidir la ruta en la que haría las ventas. Tomé una micro que iba rumbo a San Bernardo. Subí con la idea primero de “reconocer” el terreno, antes de lanzarme a la venta, así que me senté y comencé a dar vueltas por Santiago, pasada ya cerca de una hora, me dieron ganas de ir al baño. Tremendo lio, supuse que los vendedores probablemente hacían rutas en las cuales existían sitios en los cuales además de poder dejar la mercadería podían ir al baño, cosas que yo no tenía, así que en el próximo paradero me bajé y empecé a buscar un boliche en el que ir al baño. Di con un pequeño restaurante que en su entrada tenía pegado dos letreros: “NO SE ADMITEN VENDEDORES AMBULANTES” y “El baño sólo es para clientes”. Me detuve unos minutos en la puerta, sin atreverme avanzar, hasta que caí en la cuenta que nadie salvo yo sabía que andaba tratando de ser vendedor ambulante y además aún no sacaba la “mercancía” de las bolsas, por lo cual parecía una transeúnte común y corriente. Entré, me senté en una silla frente al mesón, pedí una bebida y pregunté donde estaba el baño. Al regreso estaba esperando la bebida, la cual me pareció bien poco sensato tomarme, considerando que si tenía ganas de ir al baño cada una hora, iba a tener que estar parando a cada rato buscando negocios, comprando bebidas y bla…bla…. Profundamente concentrada en mis meditaciones, sentí un sonido familiar, que me llevó a poner atención al movimiento de manos que efectuaba la Sra., detrás del mesón; Cardaba unos botines de guagua. Prolijamente movía sus manos y le daba forma a las suaves pelusas que iban apareciendo a medida que cardaba el botín, y los convertía en una suave nube de lana. Los recuerdos de la Sra. Rosana, sus botines y trajes de guagua tejidos a croché se agolparon en mi mente, tuve que tomar un sorbo de bebida para lograr desatar el nudo que se formo en mi garganta, y quizás lo vidrioso de mis ojos, llamó la atención de la mujer tras el mesón y comenzamos una charla que debió durar lo suficiente como para que las tripas empezaran a sonar de hambre… ya eran pasadas las 14:00 y yo no había vendido ni medio chocolate. Me comí un sándwich, apuré la bebida, pasé al baño nuevamente, me despedí de la Sra. Y caminé rumbo al paradero más próximo.

Sentada en el paradero, abrí las bolsas con lo comprado, armé una caja con los 2 productos, puse el resto en la mochila y me puse a esperar una micro para lanzarme de lleno al negocio. Pasaron 2 micros y no logré despegar mi cuerpo del asiento. A la tercera ya de pie y más animada me decidí a subir, pero estúpidamente o condicionadamente, me subí por la primera puerta, y ya estando frente al torniquete caí en la cuenta que: “Los vendedores no se suben por delante y pagan pasaje”, así que ya que la había cagado, tuve que pasar mi tarjeta Bip no más, e irme para atrás con la mercadería en las manos. En el siguiente paradero me bajé, ahora totalmente convencida a vender en la próxima micro. Me instalé cerca de un puñado de escolares que alborotados corrían de un lado a otro por el paradero empujándose y haciendo desorden, en eso estaba cuando se detiene la micro, se abren las puertas y yo justo frente a la tercera puerta me estaba animando a subir, cuando me atrapa el choclón enardecido de escolares y personas deseosas de subirse al bus sin pagar, y ahí en medio del grupo quedé aplastada, casi sin poder respirar, y cero posibilidades de siquiera pensar en vender nada. Bien, no me di por vencida, me bajé cuando pude, y dispuesta a qué el famoso experimento no me la iba a ganar.

Estaba otra vez en un paradero. Noté que había unos tres o cuatro vendedores mirándome con curiosidad, pero no le di mayor importancia, luego de un rato se acercaron y uno me pregunta: ¿En qué andai? Y yo respondo: Vendiendo. Error…, yo y mi bocota, además eran cerca de las 17:00 y no había vendido nada!!!!. No sé si por weona o mentirosa me gané un discurso y una cantidad de chuchadas que resulta imposible de repetir. Pero en resumidas cuentas lo que trataron de decirme los caballeros, es que ese era “SU” línea de locomoción colectiva, que ningún extraño iba a llegar e instalarse a vender y robar clientes en SUS barrios, y que me iba de inmediato o me molían a palos, tomaron la caja con mi mercadería, ya desguañangada de tanto ajetreo y la tiraron justo a la pasada de una micro, y ahí quedo todo molido en medio de la calzada. Me quedé sentada unos minutos pensando en cómo todos los rubros hay depredadores, en la existencia de monopolios, y todas esas cosas que te enseñan en economía. Probablemente los vendedores ambulantes usan estrategias disuasivas más directas que en otros mercados, pero los principios funcionan exactamente igual sea cual sea el negocio.

Ya era suficiente, reconocía mi derrota en el experimento, esta vez había fracasado. Ya tenía ganas de ir al baño otra vez, así que me puse a buscar un restaurant por los alrededores. Luego camino a la casa me puse a meditar cual podría ser la próxima hazaña… y sólo se me vino una idea a la cabeza: “Sembrar el pánico”, bueno aún queda algo de tiempo para profundizar la idea y de poder implementarla.

miércoles, mayo 12, 2010

Horóscopo

Hoy mi horóscopo decía: Has las cosas a tu manera… (Lo qué es no saber nada de nada ehhh!). Pero como yo sé que eso no se puede, (Desde hace un tiempo me atrapó la sensatez o el miedo…), y como estoy algo cansada de andar con el cuello estirado y medir mis palabras, tomaré un descanso.

Pensaba en postear esa linda canción del Duo Dinámico “Resistiré”, pero como resisto a medias no más, no me pareció del todo adecuado, además no abunda la literatura optimista como para una historia, y he detenido mi próximo estudio de mercado de “Vendedora Ambulante”(Sólo por falta de tiempo, no de motivación). Lo único para contar son anécdotas de la pega, que carecen de datos sabrosos y están llenas de camisas almidonadas, baños privados y cosas que de seguro nadie quiere saber.

Nunca me había pasado eso de tener que salir a vomitar en medio de las reuniones, no sé si eso es estrés o sólo repulsión absoluta de cómo están las cosas, así que me vendrá bien ausentarme un par de días de la pega.

Así podré entonar tranquilamente “Resistiré”