domingo, marzo 31, 2013

Ambrosio


No, no se intimidó. Por el contrario,  respiró profundo,  tomó la cuerda, la puso sobre su hombro izquierdo,  y decidió salir a caminar. Antes de ir hacia ningún lugar, se cercioró que la cuerda estuviera en perfectas condiciones y  caminó hacía la salida.

Al abrir la puerta, un golpe de luz lo  cegó momentáneamente. Sonrío, apoyó sus manos en el dintel, restregó su nariz hormigueante que invitaba un estornudo,  y espero a que sus ojos pudieran acostumbrarse a la luz. No usaba gafas, éstas le daban calor, y hacían que sus ojos sudaran, asi que las evitaba.

Vino a su memoria aquella extraña  sensación. La primera vez qué la tuvo  era demasiado joven para comprenderlo, así que sólo la dejó pasar como una ráfaga de viento que desordenó un puñado de hojas. Y ahora cuando volvió a visitarlo ya era demasiado viejo, y sus manos no tenían fuerzas para atraparla. Qué más da...

Volvió a reír...Recordó a aquella mujer que tenía problemas con sus orejas. Era una mujer algo mayor, 60 años ¿Quizás?. No lo sabía, nunca adivinaba la edad de nadie. La mujer y sus orejas... Ella las cubría con su cabello, lo desplazaba sobre sus orejas y llevaba intrincados peinados para ocultarlas. También le molestaban sus párpados, y quiso la fortuna que el doctor dijera que debía operarlos para poder ver mejor. Luego de eso, la mujer tenía 50 años, sonreía, y parecía que sus orejas no la hacían tan infeliz. La mujer inventaba que tenía precisión, lo cual era un detalle curioso, él notaba que ella era imprecisa a propósito de que se concentraba sólo en sus orejas cuando la veía. Su naturaleza era inexacta e imprecisa, sus orejas le impedían la precisión.

La luz ya no lo cegaba, y pudo cruzar la puerta. Meditó algunos segundos sobre cuantas cerraduras cerraría, un lapsus eterno con las llaves sobre la mano para determinar entre una y tres cerraduras qué correr. ¿Una o tres? Y volvió a sonreír.

Caminando hacía ningún lugar, -Su lugar preferido-. Tocó la cuerda que colgaba sobre su hombro, ésta era liviana, de textura suave y delgada.

Quiero a "Buzz lightyear" dijo el niño de su memoria, y el otro desde su corazón dijo: Mira, aquí hay otro patrón, ¿Lo ves?. Un patrón de comportamiento animado. Y un tercer niño lo observaba en silencio.  Esta vez no sonrío.

Había un par de mujeres más. Una de ellas gustaba jugar a Zeus y lo mandó a encadenar para que cada noche el águila feroz viniese a devorar sus entrañas. Tampoco sonrío esta vez al sentir la punzada de dolor sobre su estómago, ahí estaba la cicatriz haciéndose sentir. Esa mujer le dolería para siempre.

-Ningún lugar-, parecía estar cerca, y apareció otra mujer. Una carcajada salió de su boca al recordar las nalgas de ella. Una mujer que usaba un vestido de verano transparente para caminar por un largo y ceremonial pasillo. Era extraño imaginarla orando, y hablándole a Dios, jugando a ser santa e incomprendida. Pensó que tal vez él;  -Dios- gustaba de sus nalgas, y por eso le concedía un centenar de milagros. Y río con ganas.

Ya estaba en -Ningún lugar-. Alguien a su derecha dijo un nombre, pero sólo vio una leve silueta de una mujer de pechos cansados.  A su izquierda otra mujer tomó su codo,  supo donde ejercer presión y el dolor como una flecha cruzó su cuerpo completo. Era ella. Ella, la qué lo hacía llorar, y la que se transformaba en águila para devorar sus entrañas. Pero ya estaba en -Ningún lugar-, y su magia no podría alcanzarlo, ahora podría olvidarla.

En ningún lugar, era otoño, los arboles comenzaban a desnudarse, y los móviles de viento regalaban placenteros sonidos. El viento se volvía glorioso y las nubes gozaban de su apariencia amenazadora. Pensó  qué llovería y fue inmensamente feliz.

-Ningún lugar -, era un terreno poderoso, y había que extender la cuerda. Entonces, Ambrosio la descolgó de su hombro, acarició su extremo y lo llevó hasta su boca. La besó y  le confesó el nombre de la amada, y el nombre de la locura, y la puso delicadamente sobre el suelo.

Extendió la cuerda siguiendo una recta perfecta cuando el atardecer ya comenzaba. Tomó posición en un extremo de la cuerda, inspiró profundo, extendió sus brazos horizontalmente, subió sobre ella, y comenzó a avanzar.

lunes, marzo 25, 2013

Pruebas...

Has oído hablar de la prueba final que debía pasar un interrogador de la policía secreta de Stalin?.
-No-
Lo metían en una sala cuadrada. En la sala sólo había una silla de madera, sencilla, normal y corriente. Entonces un superior le ordenaba:"Consigue  que la silla confiese y redacte el acta de su confesión. Hasta que lo logres, no darás un paso fuera de esta sala".

Un Ko del budismo zen: Cómo suena una palmada hecha con una sola mano?.

Porque allí donde hay una esperanza, siempre hay una prueba. Las esperanzas suelen ser abstractas... Pero las pruebas siempre son concretas.

1Q84, Libro 3

martes, marzo 19, 2013