sábado, abril 30, 2016

Ursus, el hijo imaginario


"Con el tiempo llegué a entender que en la mayoría de los casos, la realidad no se puede transmitir tal cual sino que debe reinventarse. Su verdadero significado reside ahí".
                                                                                         H.Murakami."Una ventana". El Elefante desaparece.



La última vez que lo vi, caía de la cama. Era un catre antiguo de la casa de los abuelos en San Javier. No es que cayera, sólo parecía ir desapareciendo justo en la esquina de la cama apoyada en el muro. Aún veo su cara nítidamente, seguía siendo el mismo niño que tantas veces vi en mis sueños. Un niño de cabellos lisos, vestido con una jardinera de mezclilla. Vestía como si fueran los años setenta.

Él en alguna parte había crecido aunque yo no estuviera... Porque sabía que no podría sostenerlo.
Su idílica imagen de niño perfecto, me visitaba en sueños. Después venía el desgarro, la sangre, la locura, el dolor. Bastaba que él me visitara en sueños para saber que el útero seguiría hueco hasta el fin de mi existencia. ¿Qué diría él?, ¿"Si no soy yo... No será nadie"?.

Lo llamaba y decía: ¿Dónde estás amado Ursus? Que escondes tus sonrojadas mejillas tras esas dos pequeñas manos que nunca he alcanzado a rozar, ¿Dejarás que mueva delicadamente tu alborotada chasquilla para ver claramente tus bellos ojos?. Pero él escapaba, y por más que corrí, jamás llegué a alcanzarlo.

No habían otros niños o niñas en mis plegarias, tras la tenue luz de la vela presentada al Santo, siempre estaban sus ojos mirando... esperando... Hasta que el llanto brotaba como un manantial incontenible al llegar a la frase lapidaría "Hágase tu voluntad y no la mía", palabras que alguien trató de suavizar con la frase que le seguía: Y dame las fuerzas para aceptarlo.

-"Dame las fuerzas para aceptarlo", y creer qué lo mejor que podía sucederme es que él jamás llegara-
En algún minuto cansada de luchar, dejé que aquello qué jamás iba a suceder acá, sucediera donde él estaba. Entonces dejé parte de mí que no estaba seco y marchito, se fuera con él.  

Ahora cuando el sueño es profundo, y no me persiguen los demonios, puedo verlos a ambos caminar de la mano... A veces ella me deja mirarlo de cerca y puedo ver sus ojos brillantes y felices. Ambos parecen ser tan felices... tan inmensamente felices.

Y yo voy olvidando... voy dejando que el tiempo haga su trabajo... Dejo de anhelarla y desear ser ella para estar con él, dejo creer a mis pensamientos cansados que todo fue un sueño y que Ursus jamás ha existido.