martes, agosto 28, 2007

Naranjas...


Creí que había perdido aquella vieja costumbre, jugar a las escondidas o mejor aún; al corre que te pillo. Corre que te pillo sin que nadie logre alcanzarte, correr, correr y correr hasta que la cara se ponga colorada, las mejillas reventadas de un rojo-caluroso y la nariz helada. El pecho hinchado, inflado del aire que entra furioso por la nariz y la boca, una bocanada más de aire y volver a correr, sólo correr.

De pronto detenerse y tapar el rostro con ambas manos y jurar que eres invisible, ¡zas! desapareciste, y el embrujo dura sólo hasta que alguien pasa y te pregunta: ¿Estás llorando?. No, no lloraba, yo era invisible pero tú ¡rompiste el hechizo!, y entonces mejor es volver a correr hasta perder el aliento, hasta que las piernas sean un par de tiritas de papel quejumbrosas y necesites buscar el descanso lanzando tu breve humanidad sobre la vereda y apoyar la espalda sobre el cemento helado. Mis veredas con piedrecillas, y esa sensación algo molesta pegada a la espalda, que al segundo de cerrar los ojos se convertían en las piedras de un cerro lejano, que alguna vez visité en verano.

Así estaba jugando a la invisible en mi escritorio, con un libro apoyado en las piernas, pensando, pensando, haciendo correr mis pensamientos que se fugan, se pierden, y deseando que la alfombra sea como la vereda helada con piedrecillas, y que la lámpara se transforme de improviso en un árbol de acacias y jugar… jugar al: Me quiere mucho, poquito, nada... Me quiere!. O mejor aún, hacer montoncitos de tierra con las manos sin pensar en que las uñas se estropean.

Yo lo vi venir…
Yo sabía que sucedería en el instante preciso en que una cincuentena de naranjas corrían por el borde de la calle y otra cincuentena más terminaba sus días aplastadas por los autos que raudos no las esquivaban… ¿Quién evita atropellar naranjas?. Y mientras el espectáculo se engrandecía aún más, y más naranjas rodaban por el pavimento, no pude evitarlo y caminé en su dirección.


Olvidé que se hacía tarde para ir a trabajar, yo sólo quería un par de esas lustrosas naranjas en mis bolsillos, y caminé hacía ellas. Un camión de Gasco se detuvo y ayudo a recoger naranjas, cajas, y cosas desparramadas por la calle, por una vía que en doble sentido sólo hacía rugir bocinas, y espantaba a los curiosos, yo en cambio me acercaba sigilosa, pensando en como apropiarme de al menos dos naranjas.

Miré algunos instantes la acción del hombre de Gasco que ayudaba al dueño de las frutas y me conmoví, también quise ayudar, pero con tacos y cartera era poco apropiado y me enfoqué en el robo, en aprovecharme de la desgracia del tipo que pierde las lucas del día por llenar su cagadita de auto diminuto con una carga superior a lo que soportaba, -agradecí que no fuese un caballo-, el tipo que de seguro iba a la feria y para evitarse más viajes repleta el autito con frutas, con naranjas que van quedando aplastadas y terminan sus días atropelladas en el pavimento.

Vuelvo a concentrarme en el robo, en llevarme al menos dos naranjas… pero no pude hacerlo, ante el leve intento de acercar mis manos hacía el botín un auto pasaba rajado, lanzándome un aire veloz que me hizo perder el equilibrio, volví a intentarlo y la cercanía de un foco de un enorme bus me hizo desistir del segundo intento. Robar después de todo, no era algo sencillo y tuve que conformarme con mirar como las naranjas iban quedando ahí inalcanzables a mis manos.

Entonces a medida que el recuerdo transcurría por mi cabeza, pensé que mejor quitaba las manos de mi rostro y seguía trabajando, antes de que alguien entre a la oficina y pregunte: ¿Estás llorando? Y yo deba sonreír y decir: ¡No!, Sólo era invisible hasta que llegaste y rompiste el embrujo.

lunes, agosto 27, 2007

Una película de bajo presupuesto

Sí, pero no es de esas en qué actores de renombre participan para dar un impulso al cine alternativo, acá simplemente se carece de presupuesto y de quien patrocine la idea.

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Jueves por la tarde-noche:
Escena Nº 1:
Bajé furiosa acusando falta de respeto profesional.
Al cerrar la puerta y caminar por el pasillo las piernas me tiritaban, a pesar de saber que hice lo correcto. Entonces pensé: ¿Será mejor pedir perdón a pedir permiso?.

Viernes por la mañana:
Escena Nº 2:
Él la llama, pronuncia mi nombre y dice:
Cree que yo sólo trabajo para ella. –Es demasiado demandante-.

Escena Nº 3:
(Ella luego de eso me llama y me cuenta la historia, mi cara se desfigura y entonces me da el golpe de gracia)

Ya sé!: Le diré que contrate un asesor para que actúe de intermediario, así no tiene que sentir que lo presionas y tú dejas de ir a las reuniones.

Yo le respondí: ¿Quieres ayudar o dejarme sin pega?, o ¿Será que ya volviste enamorada de nuevo?
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Viernes por la noche:
Escena Nº 4:
Yo llegué a la fiesta de disfraces vestida de caperucita roja, era una “humorada” para mi amigo el cumpleañero, quien cada vez que me ve me dice: ¡Hola caperucita!.

Escena Nº 5
Entro a la fiesta, y veo que unos metros más allá hay otra caperucita… Y entonces sin darme cuenta la cosa se empieza a complicar, la otra caperucita se pone a llorar y se va un rato de la fiesta.

Escena Nº 6
Bailo dos ochentenos temas con el festejado, y al ver que la otra caperucita seguía con los ojos algo llorosos sentada unos metros más allá, decidí tomar mi canastito, abrazar al festejado y regresar a casa.
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Sábado por la noche:
Escena Nº 7

Era un lugar bien decorado, buena música, y personas agradables. Diría que sólo la percepción varió en el minuto en que noté flotando unos inmensos trozos de limón amarillo, en vez del tradicional bien cortado y pequeño limón de pica. Pero no me amilané y traté de disfrutar de la diversidad.

Escena Nº 8
Salí a bailar, y ella quedó en la mesa mirando los alrededores.
Estoy segura que aunque ella me hubiese dicho donde íbamos, habría ido igual si ella así lo quería, pero después, cuando en algún minuto las cosas ya no le gustaron como se veían, o nadie se veía como ella quería, tomamos nuestras cosas y nos fuimos del lugar.

Escena Nº 9
Me pongo el abrigo y le digo: ¿Cómo se supone que debiera verse la gente de tú edad?. Y al terminar la maldita frase me sentí profundamente desgraciada. Guardé silencio el resto del camino y el sabor amargo de mí falta de amor y generosidad, todavía me pesa.

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Madrugada del Lunes

Nueve Cuentos de Salinger... esperan sobre el velador.

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lunes, agosto 20, 2007

Entera Huasa...


Bueno, finalmente una amiga me llevó a conocer la nieve, y para que viera lo más granado de los recintos turísticos capitalinos me llevó a Valle Nevado. Lo pasé increiblemente bien, y me disculpe por tener a lo largo del día un comportamiento C3, que casi lindo en el D, en un recinto total y absolutamente ABC1.

Y para que el inolvidable paseo no quedara en el olvido, saqué mi celular y me tomé esta fotito. Sí, soy entera huasa y lo peor de todo, es que ni pudor me da.


P.S: Mis nalgas tienen un par de bellos decorados de color azul-morado, y no precisamente en honor a éste blog. :0)

jueves, agosto 16, 2007

PLAY...



Sentada en un mullido sillón, revolvía el café con un palito y comparaba mi muffins de frambuesa con la torta de chocolate que se había quedado en la vitrina. De improviso mi ojos se posaron en una colorida cartera y me quedé pensando en si un ojo inexperto como el mío, podría diferenciar entre una cartera L. Vuitton original de una copia, dado que, siguiendo a la usuaria del bien en cuestión, me di cuenta de que muchas mujeres que compraban café -al paso- llevaban una carterita de aquella marca. ¿Serán todas autenticas?, probablemente jamás llegue a saberlo, pero lo cierto es que habían unos cuantos modelitos que por lo coloridos, eran de todo mi gusto.

Para mí esperar no es una tarea fácil, por lo cual rápidamente pasé a un segundo café; esta vez un capuccino con sabor a avellana al que torpemente le puse demasiado edulcorante, quedando tan dulce, que si no es gracias a la gentileza del chico que grita los nombres y entrega el café, -quien ofreció cambiarlo-, el café hubiese ido a parar a la basura. Seguía esperando, inicialmente sentada muy erguida, casi con una posición a lo más de la “realeza”, que conforme el reloj avanzó, lentamente descendió por el sillón. Sin darme cuenta volví a preguntarme: ¿Qué necesidad hay de hacer todo esto?.

Llovía, la angustia trató de calmarse buscando algún ojo amigo en el cual apoyar la mirada, pero quien frente a mí estaba, miraba fijamente la pantalla de su notebook, y el reflejo de la luz sobre sus lentes impedía el contacto visual, por lo cual no logré siquiera precisar el color de los ojos del “gringo” que amablemente cuido de mis cosas cada vez que me levanté al baño.

-Finalmente llego mi turno-

No hubo necesidad de insistir demasiado en que no creía en “ese tipo de cosas”, creo que ella rápidamente pudo percibir que el rechazo no era sólo vocal, si no además físico, en un minuto todo mi ser se opuso firmemente a sentarse frente a ella, más encima en un starbucks, ¿Qué estaba yo pretendiendo con todo esto?. Buscar alguna… ¿Solución o explicación?, ¿Tener una respuesta?.

Para distender un poco el ambiente le conté que mi trabajo consistía básicamente en ayudar a las personas a tomar buenas decisiones y evitar los riesgos, y eso no obedecía al azar. Todo responde a análisis, probabilidades, estadísticas, etc. Que por lo mismo, creer en cosas que difieren de un pensamiento racional y -distinto de la fe- me resultaba ajeno, pero cuando ya comprendí que mi discurso era absurdo por decir lo menos, la dejé hablar.

Faltaría a la verdad si no dijese que en cuanto habló, fue como si me conociera. No de vista, si no como una amiga, y no cualquier amiga, si no de aquellas que sabe como duermes, como vives y que tiene claro quien es quien en tú vida. Y la sensación de indefensión fue tal, que por poco no salí corriendo de la mesa, y me largué con viento fresco a mí casa.

La charla duro cerca de una hora, y salvando los aspectos relativos a su persona, más no con lo que hace, diría que me pareció una experiencia muy reveladora. Camino a casa recordé que hace un par de semanas estábamos con unas amigas en el PlayBack y tenía muchas ganas de cantar, pero no lograba animarme hasta que Monique salió al escenario y después por compromiso me tocaba a mí, yo sabía que a estás alturas del –partido-, no podía seguir quedándome con ganas de hacer cosas, había que hacerlas. Desafiné groseramente, lo sé, pero me relajé y lo pasé muy bien y me alegré de no volver a la casa con la sensación oscura de no haberlo intentado. Me alegré aún más cuando caí en la cuenta que nuevamente había logrado superar el pánico escénico y había hecho otra vez un giro en mí vida.

Al levantarme de la mesa y despedirme de la Sra. B, entendí perfectamente tras lo que yo andaba: Esperanza, necesitaba con toda mi alma recobrar la esperanza, recuperar a aquella loca idea-sensación-virtud. Comprendí qué buscaba abrirle los brazos y decirle; Sí, puedes volver a ocupar un espacio en mí corazón.

Y aquí estoy de nuevo, no sé por cuanto tiempo creyendo que las cosas después de todo, si pueden cambiar, hoy he vuelto a tener esperanza, gracias a que además he logrado ser (Ligeramente) más flexible. He, logrado avanzar (Un poco) en abrir nuevos espacios, y sigo buscando afanosamente entender la vida de un modo más integral, a pesar del enorme esfuerzo que implica para mí concebir nuevas formas de ver y aceptar las cosas.

No sé por cuanto tiempo esta “animosidad” y “flexibilidad” me acompañarán, pero dure lo que dure, hoy me siento profundamente feliz, y llena de esperanza, y estoy muy agradecida por ello.