miércoles, junio 30, 2010

Las Alas de Ícaro II

El sonido familiar de una aguja arrastrándose por un vinilo se oía a la distancia. La mano titubeaba, y hacía irreconocible la canción, de pronto el titubeo cesó y Ella Fitzgerald comenzó a cantar:

Blue Skies
I was blue, just as blue as I could be
Ev'ry day was a cloudy day for me
Then good luck came a-knocking at my door
Skies were gray but they're not gray anymore

Blue skies
Smiling at me
Nothing but blue skies
Do I see

Bluebirds
Singing a song
Nothing but bluebirds
All day long

Never saw the sun shining so bright
Never saw things going so right
Noticing the days hurrying by
When you're in love, my how they fly

Blue days
All of them gone
Nothing but blue skies
From now on

I should care if the wind blows east or west
I should fret if the worst looks like the best
I should mind if they say it can't be true
I should smile, that's exactly what I do
Blue Skies




Sentí una mano deslizarse por mi rostro, abrí los ojos y pude ver como el sol iba tiñendo el cielo de colores anaranjados a medida que comenzaba a descender. Tenía la cabeza apoyada sobre el regazo de Ícaro, quien al percatarse que había despertado me obligó a ponerme de pie.

Estando frente a frente, Ícaro ordenó: Toma con fuerza el ala que me queda y arráncala… luego arrójala al mar. Yo incrédula ante tamaña locura, preferí concentrar los sentidos en el sonido de cascos de caballos que venían en nuestra dirección, parecían romper la tierra por la que corrían velozmente. Ícaro se volteo en dirección del sonido y volvió a sonar imperativo: Arranca el ala y lánzala al mar, debes hacerlo antes de que lleguen los caballos…

Las lágrimas comenzaron a agruparse en mis ojos, con la vista nublada tome su ala y comencé a tirar, y a tirar hasta que un crujido que parecía provenir del cielo se mezclo con un grito profundo que salió de mi boca al arrancar el ala del griego…
-Los caballos se sentían cada vez más cerca de nosotros-

Ya con el ala en las manos, el griego señaló el acantilado: Ve y lánzala. El sol ya terminaba de esconderse en el mar. Estando en el borde del acantilado lancé con todas mis fuerzas el ala. Al lanzarla, sentí el galope acelerado de caballos, caballos que al mirarlos pude ver que eran todos blancos.

Era un puñado de caballos blancos lanzándose por el acantilado tras el ala de Ícaro.