martes, junio 20, 2006

Foco El deporte del Zoom.

Preferí mirar de reojo y habituar la mirada con pestañeos pequeños y discretos. Era como si de su cuerpo emanase algún tipo de destello que me encandilaba y me impedía abrir los ojos por completo. Me imaginé parada frente a la zarza ardiente de moisés, y antes de profundizar en el relato incoherente preferí lanzar: ¡Ya hombre! Baja luego ese foco que me encegueces!. A lo que él respondió: ¡Ya mujer no seas tan gritona!.

Con mis oídos cogí sus palabras que salían algo alborotadas desde su boca, y pensé en su lengua enredada entre sus dientes. Lengua escondida en su boca. Boca que se posa majestuosa sobre-dentro de su cuerpo. Cuerpo que estaba escondido-perdido tras un reflector.

Y a medida que la zarza ardiente-parlante emitía algo que descifre como un semi-gruñido, ésta dejó de arder. El pestañar de mis ojos aumento frenéticamente, un centenar de puntos sin sentido se desplazaban por mi campo visual, y pensé: La zarza me ha llevado a conocer el cielo. A medida que mis ojos se acostumbraban a la oscuridad, pensé en como había conocido al hombre de los focos y lo que recordé fue lo siguiente:

Luego de caminar largamente por el centro de Santiago mis pies comenzaron a exigir descanso y no encontré nada mejor que entrar a la Catedral, busque una banca lo más alejada de los fieles y cerré mis ojos con afán más dormitativo que meditativo, cuando lo oí llorar. Abrí los ojos y busqué con la mirada lo que el oído percibió y lo vi un par de bancas delante. Luego de mirar al gimiente fiel y saciar mi curiosidad, volví a cerrar mis ojos y a centrar mi atención en el dolor de pies que me acongojaba, pero de pronto un nuevo y pronunciado quejido del hombre me hizo abrir mis ojos y centrar mi atención en él.

Lo oí llorar un rato, hasta que en algún minuto su llanto tocó mí fibra sensible y me acerque hasta él. Me senté a su lado y le alcance un paquete de pañuelos desechables para que secara sus lágrimas y un puñado de frugele. Él me miro con un dejo de desprecio y yo me sentí monumentalmente estúpida, así que dejé a su lado los pañuelos, y los dulces y me largue a mi banca.

Dejó de llorar, y al rato sentí que abría los dulces, su postura gacha cambio y se sentó erguido. Mi faceta voyerista se manifestaba en todo su esplendor y dediqué largo tiempo a observar al doliente a medida que éste se tranquilizaba.

Llegó el momento de partir y tomé mis cosas. Al salir de la Catedral, sentí que alguien tomaba mi brazo e impedía mi avance, mis ojos encandilados me impidieron ver su rostro, sólo veía un destello, una luz enorme sin contornos que se apoderaba de mí y que me impedía avanzar. La luz aquella me entrego un pedazo de papel-cartón y se fue.

A medida que mis ojos se adaptaban a la luz pude ver que el trozo aquel era una tarjeta de presentación, la miré largo rato y la guarde en mi bolsillo. No volví a dar con ella hasta que un par de semanas después volví a usar la chaqueta y al dar vuelta los bolsillos recordé el episodio de la Catedral. Éste me debe unos dulces pensé, así que lo voy a llamar.

viernes, junio 16, 2006

Favoritos... Animal Político

Vuelve a sonar en mis oídos aquella frase; “Que rico tu culito...”, que Gerardo largaba a diestra y siniestra a cuanta mujer se le cruzara, claro esta que a nosotras su ganado, también teníamos que aguantar el agarrón que precedía al:"Que rico tu culito".

Yo estaba a cargo por aquel entonces de las temporeras de la fruta de los campos del Gerardo, cada verano me iba la temporada completa a trabajar con él. Sería un caliente de mierda, pero pagaba lo justo y puntual. Además no había temporera que no lo adorara y que obvio, él no se hubiera tirado. Cada mañana pasaba a saludarlas y a repetir sin cesar, que rico tu culito Doris, Magali cuídeme usted ese par de lecheras, no me mire tanto lolita que hasta acá siento como se le moja la entrepierna, y así una a una con su cumplido particular.

El tipo era de esos machos recios, cadena enredada en el pelo en pecho, reloj dorado. Dorado es mi color morochita me decía. Yo soy como esos reyes incas que tienen todo dorado, si hasta el pito lo tengo dorado.

Cada vez que tenía cita con al alcaldesa del municipio, se ponía los pantalones más apretados que tenía, la camisa muy planchada, la gomina, y una agua de colonia que le daba alergia a media ciudad con la que él juraba mataba. La mejor parte era cuando, se acercaba al espejo y empezaba su ritual de autoadmiración que terminaba con un tremendo agarrón que se daba al paquete, se zarandeaba su pito dorado por arriba del pantalón y me decía: ¿Soy macho o no morochita?. Estoy seguro que se te hace agua la boca de mirar si tengo o no el pito dorado. Mi morocha, no tení na’ tan rico el culito, pero por ese par de lecheras bien puesta que el Señor te ha dado, igual te dejaría sobar mi pitito...¿querí?¿querí?. Repetía la misma frase, como si fuera un discurso aprendido, mientras con la mano en el paquete, me perseguía por la habitación. Vo’hueón debieras ser político le largaba, mientras me salía por la puerta.

Y se iba donde la alcaldesa. Después me llamaba y me decía, ¿Querí saber como me tire a la Doña?. La vieja esa tan fruncía que se ve, y grita como condenao a muerte, a veces le da por morderme el pito y hasta me asusta. Yo le digo Oiga Doña Marta, trátelo con cuidado, mire que el doradito no esta para aquellos trotes. Hoy día la vieja andaba como perra apesta. Quería puro cariñito, trátame con dulzura y esas gueas de mujeres. Así que agarre mi pitito dorado, y lo guarde aquí en el pantalón. Está re duro morocha. ¿Querí tocar?.

El último verano hacía un calor de la puta, y me puse a mirar al Gerardo con otros ojos. Malo no estaba, era la facha de picante de mierda lo que me espantaba, pero verlo acomodar algunas cajas de fruta con los peones, sin polera, sin el agua de colonia apestosa, y sin tanto adorno. Era sin duda alguna un hombre tremendo. Aquella tarde mis prejuicios se fueron a la mierda. Y nos pegamos una revolcada en la bodega, que la verdad de puro acordarme me da calor. Tenía definitivamente despliegue, se sabía macho y sabía como dar placer, en una tarde tiramos como 6 veces casi sin parar, en realidad fue el quien me tiro a mi, por que la impresión de su juego sexual, de su pito grande y dorado, me dejaron exhausta luego de la primera vez. Fue lejos la mejor tirada que me he pegado en la vida. Luego de eso no nos vimos más.
Curiosamente, más de alguien termino por convencerlo en que dado su arrastre con las feminas, lo podría a llevar al éxito como político. Y les hizo caso, contrato asesor de imagen y esas parafernalias, y de ser el picante con plata, se convirtió en político. Es curioso a veces verlo por televisión hablando de corrido y haciendo comentarios respecto de la contingencia nacional.

El lunes recién pasado, cuando ya su recuerdo no era más que una difusa imagen en mi mente, tuve que asistir a una reunión con autoridades regionales. Todo transitaba monótonamente, hasta que de pronto sentí alguien que se me acerca por atrás y me dice: Hola mi morocha, ¿Ha cuidado ese par de lecheras que tan sabiamente Dios le puso?, un pellizcón en el poto y me larga; ha mejorado tu culito.

Luego del corte para almorzar, el Honorable se excuso de tener otro compromiso, y yo de sentirme repentinamente algo descompuesta.

Definitivamente, sigue teniendo el pito dorado. No hay duda alguna.

viernes, junio 09, 2006

Autoestafa -El viento se siente magnifico corriendo a gran velocidad-

Sí, reconozco que siento un cierto morbo en eso de la “autoestafa”, también reconozco una cierta condición sicológica –riesgosa- en eso de la memoria selectiva que hace filtrar y filtrar de modo tal que sólo quede el bonito y –preciso- momento de felicidad. Si fuera un vídeo diría: “Un paseo por las nubes”, si fuera una postal diría “Una estampa mental”.
-Adicciones de tiempo completo-

Me estafé cuando escuche su voz cual ejecutivo bancario llamándome para anunciarme la finalización de un trámite. Debí descolgarme en ese mismo minuto con fuerza y potencia, pero no lo hice, el filtro misericordioso me dijo: Es tú amigo, al menos escucha. Y escuché. Escuché dándome cuenta que otra vez me estaba auto-estafando.

Me estafé cuando la oí diciéndome: No sé, ve tú, anda dos veces si es necesario porque yo no tuve tiempo de conseguirte nada. El filtro misericordioso hizo nuevamente pensar en lo que ella es y decidió excusar la falta de cortesía mínima que me debe.

Una vez alguien me dijo: Tú eres como los caballos de carrera – Sólo sirves para carreras cortas- y sentí que el mundo se me caía a los pies. Desde aquel entonces decidí poner mi esfuerzo en convertirme en caballo de paseo o percherón y poder dar largas caminatas, rumiar bien mi comida y mirar pacientemente como el mundo pasa a mi alrededor.
-Y lo transforme en mi gran autoestafa.-

¿Quién de ellos ha corrido carreras más rápido que yo para hacerme renegar de mi condición?.

Quizás es por eso que me niego de sopetón a seguir autoestafandome con gente que en definitiva no ha estado y jamás estará a la altura de “mis circunstancias”, porque yo tampoco puedo estar a la altura de las circunstancias de ellos-as.

Todo parece debiera ser obviable so-pretexto de mi condición de adicción a afectos miserables, escasos, egoístas en los que he asumido –voluntariamente- andar de caballo percherón acarreando bultos a mal traer porque “hay cariño” de por medio.

Hoy me levanté, metí mis pantalones dentro de las botas, me calce mi jockey de jinete y salí raudamente de mi casa con la convicción de no volver a cagar con bultos ajenos, ni autoestafarme, prefiero dejar que sea el mundo quien me estafe y así tener al menos a quien reclamar.

-El viento se siente magnifico corriendo a gran velocidad-

lunes, junio 05, 2006

De Liquidaciones...

Matemática financiera, finanzas, contabilidad, evaluación de proyectos, etc. Fueron ramos que detesté siempre en la universidad. Además era un área en la que nunca pensé trabajar, por lo cual el empeño puesto, daba lo suficiente para aprobar la materia y ya. A medida que escribo me doy cuenta que en realidad lo que me pasa no debiera sorprenderme, porque como se han sucedido los hechos en mi actual “encarnación” dan para pensar que en definitiva terminaré dándole a todo lo que no me gusta o no aprendí del todo bien. Lo que sea…

El asunto es que sin más me tuve que poner a calcular las remuneraciones del personal. En primera instancia me entró un pánico paralizante que me impedía ver con claridad desde como restarle a 2 horas 55 minutos a 1 hora 29, partí incluso haciéndome una tablita en la que decía: 1 hora equivale a 60 minutos, 1 hora 30 minutos equivale a 90 minutos etc. Cual estudiante de básica que trata de seguir una elemental regla de 3. Todo eso sumado a la presión del tiempo y de la necesidad de sacar los pagos en la fecha convenida. El miedo a morir linchada este último rato ha crecido exponencialmente, tanto que trate de pedir ayuda a más de algún contador auditor que conozco, y he de decir que sólo la Rosadita me ayudó con sugerencias originales y brillantes tales como: Busca en Internet un modelo de liquidación de sueldo que te sirva. (Gracias Rosadita).

Ser una especie de dueña de casa, en traje (de)sastre, y obviamente a pesar de los pánicos que involucra el estar empezando en áreas en las cuales aún no domino del todo, obviamente no es algo que pretenda sea evidente para las personas con las que trabajo. Además que el nombre “rimbombante” que tiene mi cargo me hace poner cara de seria y obviamente de saber lo que estoy haciendo.

Finalmente luego de quedarme un par de días trabajando hasta más allá de la hora del níspero, sumando, calculando y pensando matemáticamente, logré sacar las remuneraciones del personal sin mayores problemas. –Bueno, eso espero- .