miércoles, abril 12, 2006

S & S. Capítulo III: El coliseo romano

Saber primeros auxilios y tener algunos conocimientos básicos de medicina, alargaron mi estadía en la enfermería. Fueron tiempos tranquilos, pero cuando las luces se apagaban no podía dejar de imaginar lo que sería regresar al patio común de la cárcel. Finalmente el día se acercaba y tuve que comenzar a organizar mi regreso.

Un pequeño “descuido” del personal a cargo, me permitió hacerme de algunos recuerdos de la enfermería, entre ellos un par de afilados bisturís que guardé en la basta de mi pantalón. Finalmente el día llegó y tuve que acercarme a la puerta que me llevaba de vuelta al patio común de la cárcel. Segundos antes de cruzar, pedí permiso para pasar por la capilla unos minutos.

Esperé a que me dejaran sola y me senté en la banca frente al Cristo volador. Toqué mi bolsillo y sentí la parte del manual del mormon que aún guardaba, lo apreté fuerte en mi mano y miré fijamente la imagen, y le dije:

“Ojalá me escuches, esta vez es muy serio y con un rictus que percibí muy rígido en mi rostro me acerque y le hablé al oído; Sabes, necesito una señal.”

Le hice un breve repaso de lo acontecido, y me quedé esperando la señal, pero jamás llegó y se acabo mi tiempo. Antes de salir, dejé el trozo de manual sobre la banca y me fui. Estando ya en mi celda, espere un rato más a ver si el Cristo me mandaba alguna señal a distancia, pero tampoco ocurrió. Entonces supe lo que me esperaba. Esta vez si no hacía algo, saldría con los pies por delante y a falta de señales divinas, decidí adelantarme a los hechos.

-Me preparé a entrar al Coliseo-

La noche llegó y saqué de la basta del pantalón uno de los bisturí que robé de la enfermería, lo calce a una hendidura que le hice al mango del cepillo de dientes y lo terminé de afirmar con un poco de pitilla que había conseguido. Luego de eso me tendí sobre la cama y esperé a que el sol saliera.

Cuando la alarma sonó para anunciar el nuevo día, espere a que los grupos avanzaran a los baños. Cuando me aseguré que el comité de bienvenida estaba todo en el baño, me acerque por la espalda a la líder y certeramente le atravesé el bisturí en los pulmones. No supo que la golpeo, la vi caer al suelo y me concentré en las caras de horror de las demás. Levanté los brazos ante la concurrencia…Y esperé los aplausos del Coliseo.

Ahora soy yo quien pregunta: ¿Y perra por qué estás pagando condena acá?. De vez en cuando una dice: Soy inocente, y yo personalmente me encargo de esa paliza. Cuando me preguntan porqué cuando las golpeo lloro, sólo digo que es de pura emoción de recordar mi ingreso a la cárcel… Obviamente nadie lo pone en duda.

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