sábado, marzo 18, 2006

S&S

Parecía un pasillo largo, pero no quise esforzarme en imaginar lo que había tras la reja que impedía mi visión más allá. Mis pensamientos cesaron abruptamente en cuanto la mujer a mi costado me dijo: Debe dejar acá su reloj y todos sus efectos personales. Así que comencé a quitarme el reloj, el anillo que traía en mi mano izquierda y un par de aros. Luego vi como los depositaban en un sobre café y luego de sellarlo, lo dejo sobre el escritorio.

Luego de eso comenzamos a avanzar por el pasillo y al detenernos frente a la reja que había divisado un rato antes, ésta se abrió silenciosamente al pasar mi acompañante una tarjeta magnética por un lector que a simple vista jamás hubiese notado. Seguimos avanzando y de pronto el ruido ensordecedor de gente hablando, gritando, y quejándose llegó hasta mis oídos. La paz había terminado.

Mi acompañante me mostró el lugar dónde me quedaría en adelante, y espero a que me cambiara de ropa. Una vez que quedé vestida con el uniforme, tomó mi ropa y la puso en un sobre muy similar al que había visto en la entrada del recinto. Y repitió: Usted ya sabe las reglas y los horarios, veamos como se las arregla y no se meta en problemas. Entonces dio media vuelta y se fue.

Pasó un largo rato antes de que me atreviera a caminar por los alrededores. Pero pensé que era mejor habituarse lo más rápido posible al lugar, así que me arme de valor y salí de la habitación. No había avanzado ni 10 pasos, cuando el “comité de bienvenida”, salió a darme la recepción: Un certero empujón en el pecho y la pregunta del millón: “¿Y perra! por qué estás pagando condena acá?”. Y respondí: Yo soy inocente.

Mi primera noche en la cárcel la pasé en la enfermería, y al menos la primera semana completa lo haría, la paliza que me dieron fue descomunal y me iba a costar un poco recuperarme. Quien por la mañana me acompañó a mi celda llegó de visita al comenzar la noche y me dijo: Acá nadie es inocente, y si insistes con eso, vas a salir en menos de un mes con los pies por delante. Eché a correr el rumor que mataste a un par de pacos, veamos si eso te sirve de algo.

Al tercer día, y estando más recuperada, me dirigí a la capilla del recinto. Estaba adornada con unas flores plásticas que parecían llevar a lo menos una década con el polvo encima y la decadencia de las imágenes religiosas era pasmosa, sólo el cristo crucificado al centro me pareció realmente un fulano colgado ahí en medio de la nada y flotando magistralmente. Traté de recordar mis antiguas plegarias, quizás la del ángel de la guarda y no dio resultado. Un poco más adelante divise a una mujer con un pequeño libro en sus manos, y pensé que quizás el libro aquel, podría proveerme de algún tipo de alivio espiritual, así que me acerque a la mujer.

Se parecía a mi abuela, más bien quise que se pareciera a mi abuela, le dije gentilmente si podría facilitarme su libro de oración, me hizo un gesto y me invito a sentarme a su lado. Suavemente me dijo: Hija, yo no sé leer, sólo tomo este libro y lo presiono fuertemente en mis manos y le pido a la imagen del cristo que me ilumine. Debieras saber, que en lugares como éste, la religión y Dios, sólo sirven como excusa. ¿Cómo dice?. Sí, acá Dios sólo se hace presente para que le escupas el rostro y le culpes por lo que te esta pasando. Acá Dios no pasa para que le pidas nada, ni para que te consuele. Has como yo, sólo aprieta con fuerza el libro y piensa que es sólo Dios el responsable de lo que te esta pasando. Tomó entonces su libro, lo partió por la mitad y me entrego una parte a mí. Luego de eso agregó: Si quieres además, puedes ponerte de rodillas, eso le da una suerte de dramatismo casi mágico a la oración. Luego de eso, pasó su arrugada mano por mi cabeza, y se fue. Miré el trozo de libro que me había dado y era uno de esos manuales del mormon.

Me recosté sobre la banca de madera y mire de costado la imagen del cristo volando. Había que odiarlo y yo de momento no sabía como hacerlo, pero un dejo de frío que recorrió mi espalda me aclaro que probablemente aprendería muy luego. Entonces cerré mis ojos y lloré.

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