martes, diciembre 27, 2005

Cosa de lenguajes

Siempre he sabido que el tiempo lo suaviza todo, de eso nunca he tenido duda alguna. Pero hay cosas que son capaces de sobrevivir a pesar del tiempo transcurrido, aunque el agua bajo el puente haya pasado más de 1 millón de veces, hay gente que seguirá hablando y entendiéndose bajo los mismos códigos a pesar del tiempo transcurrido.

Siguiendo con el tema de las causalidades, el sábado llego mi mamá a mi casa a probarle unas cosas a mi hermano. Ese día era el almuerzo con mi Papá, y mis hermanos, para celebrar la navidad. Mis papas llevan separados más de 10 años y muy pocas veces se han vuelto a ver después de su separación, yo no había tenido la oportunidad de verlos juntos, y admirar sus respectivos despliegues en una situación que se vaticinaba tensa a propósito de la salida de mi hermano menor al decirme: “Nunca había visto a mi madrastra tan de cerca”, y la cara de espanto y de huída que se dibujo en el rostro de mi papá.

Intenté suavizar un poco el ambiente y dio resultado. Llevé al “hijastro” al escritorio y nos pusimos a jugar cubos, mientras mi mamá se acomodaba en el living donde estaba mi papá y el resto de mis hermanos. Por una cosa de espacios, sólo me tuve qué limitar a escuchar gran parte de lo que ocurría, más que a ver lo que acontecía. Y fue realmente extraordinario, como a los pocos minutos ya estaban ambos enfrascados en una charla, tal como si hubiese sido ayer la última vez que se habían visto. Ambos sin siquiera ponerse de acuerdo aconsejaban del mismo modo, ofrecían las mismas sugerencias, y casi parecía que en cierta medida ambos siguieran viendo la vida de aquel modo particular que los mantuvo juntos, por más de 20 años.

Después pude verlos. Mi papá parecía relajado y confortado, y mi mamá con un brillo en los ojos que escasas veces he vuelto a verle en los últimos años. A veces pienso que mi mamá todavía espera que mi papá regrese con sus maletas a su puerta, y a veces también creo que mi papá quisiera poder sentir la seguridad y confort que le da mi mamá. Pero también creo, que ha pasado mucha agua bajo el puente, a pesar de qué los lenguajes sigan siendo los mismos.

Ver a mis papas tranquilos, serenos, y conversadores la tarde del 24 de diciembre, fue el mejor vaticinio de qué sería una linda navidad así como lo fue.

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