jueves, junio 11, 2009

NAHIKI


Asomando apenas la nariz por el cubrecama, me esforzaba en detener el tiempo. -Sin por cierto conseguirlo-. Y empezaron a oírse los cascos de los caballos corriendo por la calle.

Debí aprender aquello, como aprendí a leer, andar en bicicleta, atarme los cordones y a ver la hora en relojes con palitos… Aprender a amar sin desarmarme por completo, a caer totalmente desnuda y no a desnudarme por etapas, desconectar el cerebro y la ansiedad…

Él es el trébol de cuatro hojas que encontré caminando por la plaza, el trópico de capricornio con hojas en blanco, el dulce sin papel dentro de la bolsa, la ilustración al revés del libro, el muro más bajo de toda la cuadra. Él es también la excepción a la regla que permite confirmarla, la pasta de dientes que no corresponde a la marca de la caja, la tinta que agotó su producción… y siendo alérgica al pigmento azul… todo siempre gira en torno a ese color. Él, un hombre con pecas, él que se esmera en dejar el lavaplatos resplandeciente, y que los servicios no queden manchados con el agua…él a quien no le gustan las uñas pintadas, ni las panties de colores… él un hombre en escala de grises…tan sobrio…

El ruido de los cascos de los caballos que acierto a imitar tan bien con mi lengua, caballos que busco alentar agitando mis dedos y estrellándolos con fuerza para que suenen… Nahiki… Nahiki… le llamo… Nahiki…Nahiki le digo…

Demasiada sobriedad… demasiada libertad… demasiada compostura…



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