lunes, abril 28, 2008

Arrope...

Tenía ganas de ponerme agresiva.
Podía hacerlo, sólo era cosa de dejarme violentar un poco más por la expresión arrogante, que le llenaba toda la cara. Yo masticaba chicle, lo que obviamente sumado a mi atuendo de “chica ruda con botas vaqueras y jeans ultramega cochinos” me daba ese dejo de valentía que necesitaba. Puedo jurar que me senté con cuidado, pero cargaba mi mochila con membrillos, miel y arrope con los que regresé de donde mis abuelos. Quizás era que esta vez traje compañía en el tren, lo que obligadamente me llevó a hablar y por cierto escuchar… yo venía de regreso, y para mí regresar siempre ha sido complicado.

Terminado el viaje en tren, vino el paseo en metro, para desembarcar finalmente en el paradero de micro y a esperar. Quiso la providencia que esta vez me tocara un asiento, y con cuidado me senté junto a ella. Una –intelectual- de pelo al viento, que leía un libro de logoterapia que miró con altivez mi pinta de ganster de ciudad y mi mochila cargada con olor a membrillo… traté de no interrumpir, pero resultó algo complejo acomodarse rápido en esos asientos altos y tratar de no hacer taco en el pasillo de la micro atiborrado de personas ansiosas de empujarme para obligarme avanzar, entonces en medio del apuro mi cartera pasa a incomodar su docto brazo y le interrumpo la lectura. Voltea su cara, sólo lo suficiente para decirme en su tono agresivo-pasivo: ¿Podrías mover la cartera?, a lo que yo sin siquiera dudar accedí de inmediato añadiendo: ¿Ahí esta bien?, con un tono más bien irónico. Sí, gracias respondió ella como muestra de educación. Y entonces tuve ganas de enojarme, pero enojarme de verdad y quizás hasta empujarla, después pensé en sacar mi libro de Susan Sontag del bolso que a ella le había molestado, para enrostrarle: Sí, yo también sé leer, pero pensé que era tan absurdo…

Y entonces ella sacó de su bolso un frasco de esas pastillas de homeopatía, sin mucha solidaridad conmigo, pues ahí no tuvo empacho de empujarme en su frenética búsqueda de las pastillas en su cagadita de bolso de mano. Espere mientras buscaba, y traté de leer las palabras del envase pero no pude, me sorprendió husmeando y tapo con ambas manos el frasco de modo de que yo no pudiese descubrir su secreto. Tomaba una a una las pastillas mojando su dedo índice con la lengua y sacaba las diminutas bolitas del frasco, luego se volteo y me lanzo una mirada furiosa, que yo no supe con que expresión responder.

Me quedé ahí sentada sin moverme, pensando en llegar luego a casa, cuando vi que retomaba la lectura de su libro, al instante y sin saber porque recordé el envase de arrope que yo cargaba, que cosa más deliciosa aquella, me saboreaba de sólo pensar en poder comer un enorme trozo de sémola con leche, bañado en arrope, pero mientras pensaba en eso, un arrebato de furia y estupidez me cayo encima, pensé en hacerle cagar su miserable librito de logoterapia con un tremendo chorro del arrope que yo llevaba. ¿Por qué no hacerlo? . Y me imaginaba la soberana cagada que podría dejar en la micro si se me ocurría sacar de la bolsa la botella de arrope y dejarle caer un chorro sobre su libro. Reparé en su atuendo; lucía un poncho blanco que de inmediato pensé quedaría listo para la tintorería, ¿Qué haría ella?, ¿Intentaría golpearme?, quizás sólo lloraría pensando en la desgracia de toparse con una mina loca en la micro, que decidió bañarla en arrope en vez de usarlo bañando un delicioso trozo de sémola con leche.

Saqué el arrope de las bolsas y destapé la botella.
De inmediato un aroma dulzón me rodeo, ella por cierto volteó de inmediato a mirar con curiosidad la botella. Yo acerqué mi nariz al envase y a medida que lo olía pensaba en si le lanzaría a su librito un chorro de arrope. Cerré los ojos y me quedé pegada unos segundos en el olor y en la decisión cuando la escuche decir: ¿Eso es arrope? , sí, me sorprendí diciendo, es arrope, a lo que ella contesto: Mi abuela hacía uno delicioso… Y ahí mismo, en ese preciso instante murió mi acceso de furia contra ella y su librito de Logoterapia. Ahí mismo yo, la ganster de ciudad me puse a conversar de arrope, miel, membrillos y de regresos a casa…