jueves, mayo 10, 2007

Romero




Romero era un gato de color anaranjado bastante sociable y divertido que pasaba largas horas persiguiendo una lana o recostado sobre mis piernas. Por las noches solía dar largos paseos, hasta que de uno de ellos volvió todo ensangrentado y sin su ojo izquierdo. Desde aquel incidente, el gato se refugio en un mutismo que sólo acababa, cuando se metía al subterráneo y comenzaba a maullar.

Desde la casa, la puerta de acceso al subterráneo estaba clausurada puesto que las escaleras estaban en muy mal estado, eso implicaba que para entrar a aquella habitación, había que hacerlo por el patio. Aquel “detalle” a Romero parecía no importarle, puesto que entraba al subterráneo desde el patio y se ponía a maullar insistentemente tras la puerta cerrada, hasta que iba a buscarlo. En cada oportunidad, al verme, Romero ronroneaba maliciosamente y subía por las escaleras roñosas hasta detenerse en algún escalón. Podría asegurar, que el gato gozaba al ver mi patético acto de malabarismo con el cual pretendía rescatarlo, de un lugar donde él podía salir solo si se le antojara hacerlo.

A veces parecía que Romero hubiese olvidado aquella habitación y se recostaba en mis piernas, y hasta dejaba acariciarse si estaba de buen humor, pero de improviso se levantaba y se dirigía a la puerta del subterráneo, y volvía a la angustiante rutina.

Después de un tiempo, y harta de estar saliendo al patio para sacar al gato, decidí llamar a Don Manuel, el cerrajero. No fue por darle el gusto a Romero, si no por simplificar un poco mi vida, me tenía al borde de la locura ir a diario o día por medio según el ánimo del gato a dar la vuelta por el patio para sacarlo del subterráneo, pudiendo hacerlo desde la misma casa.

-Aún recuerdo que un martes a eso de las 18:00 llegó Don Manuel, con una maleta llena de herramientas, Romero se acerco despacio y lo olfateo detenidamente, y luego se sentó a esperar.-

Don Manuel, vive como a 2 cuadras de mí casa, por lo cual resultó bastante cómodo para ambos su trajín. Fue y volvió un par de veces, hasta que logró abrir la famosa puerta con una de las tantas llaves que según él tenía apiladas en su casa. Abrió la puerta y encendió la luz que estaba a un costado, la vista desde arriba de las escaleras me provocó una sensación de vértigo y mareo, pero en un instante, pase del vértigo a oír los penetrantes maullidos de Romero, quien sumergido en un acto de locura, corría de un lado a otro, como si estuviera preso de un extraño trance. De pronto y sin motivo aparente, Romero salto sobre el cerrajero haciéndolo perder el equilibrio y lo lanzó escaleras abajo.

-Don Manuel parecía muerto, tirado en el suelo con los ojos cerrados. -

Apenas si alcance a proferir un grito de horror, y comencé a bajar las escaleras para ir a socorrer a Don Manuel, pero Romero se adelanto a mis planes y decidió lanzar su segundo ataque. El gato velozmente se subió sobre el cuerpo quieto del cerrajero y le arranco el ojo izquierdo, el mismo que a él le faltaba. En medio de mi espanto, Don Manuel pareció despertar, sacó una llave de su bolsillo y le dio un golpe seco en la cabeza al gato.

Romero esta enterrado al fondo del patio, supongo después de todo, estará feliz, se vengo de su agresor. Tiempo después, supe que Don Manuel había sido quien arrancó de un golpe el ojo de Romero, cuando éste lo sorprendió empujando la jaula de sus catitas.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Lukas era similar a Romero, solo que mas lanudo y de un color raro que a veces daba la idea que era entre naranja y rosado. Su mamá Pelusa era completamente peliroja, asi del color de nicole kidman 10 años atras.

Lukas llego de regalo tras la irreparable muerte de Pongo, un romano angora (1978-1989) que murio envenenado...
A diferencia de Pongo, Lukas nunca fue regalon era mal genio, rasguñaba a quien le quitara el lugar y mas de alguno termino meado de gato cuando el gato se vio apremiado y habia que emparejar fuerzas. No dejaba que le hicieran cariño, el hacia cariño.

De una lucha con el pastor aleman del lado el gato tenia una oreja con dos puntas, y el perro un trozo de nariz y un ojo menos.
Era el terror del barrio, el Luca BRasi gatuno de maipú. Curiosamente en el barrio predominaban los blanco con negro o negros enteros. Al 3º año que estaba Lukas en el barrio el 40% de los gatos era "colorin o anaranjado". Lukas, gato demasiado macho para ser gato, pesaba 12kg y medio; desde la cabeza hasta el fin del lomo eran 90cm de gato. A pesar de su gran masa corporal era flaco, pues a diferencia de garfield el era musculoso.

Mucha gente que lo veia pensaba era un perro chico-mediano. Popular entre las chicas, odiado por perros, dueños de perros y otros gatos todos querian su fin.

Un noche de noviembre de 1996 Lukas salio por su reino, me miro antes a los ojos y entendi que aquel gatito orejon que recibi partia a una aventura de la cual jamas volveria, me pidio permiso de un maullido, trepo la muralla, le pego por ultima vez al pastor aleman del vecino y salio libre al mundo a encontrarse con aquel destino que durante casi siete años le prohibi tomara.

Asi en una lejana noche de noviembre escuche sus ultimos maullidos.


Durante varios años espere volver a encontrarlo hasta que comprendi que no se puede amar un espiritu libre si lo tienes a tu lado. Desde ese día Lukas me ha acompañado en todo momento aun cuando es probable sus patitas corran hoy junto a las de Pongo y Tigre cada día.

Lukas, en honor a Renzo, en honor al noble medico que escribio para los griegos la vida del mesias.

Un saludo, creo lo sabias...

Un Mono dijo...

Yo había comentado algo muy similar a Zarathustra, pero se borró.
Resulta que yo también tuve un gato así de guerrero. Gigantesco, en su origrn blanco con dos manchitas grises a modo de cejas, la ternura le duró poco. La población felina era grande en mi barrio, y ser tierno era ser comida.
Al cabo de poco más de un año sólo quedaban hembras a cien metros a la redonda. Mi gato había pulverizado gayos machos, algunos perros, ratones, de todo.
Lo recuerdo sentado en la cornisa de mi casa, la cara siempre con heridas recientes, las orejas llenas de cicatrices, las patas a juego con las orejas, su cuello casi sin pelos a un costado (creo que era su flanco débil), la cola quemada, observando su reino.
Recuerdo que me quería, también. Yo podía molestarlo mucho, y lo único que obtenía era un manotazo. No desenfundaba sus garras contra mí.
Cuando murió, como un héroe, decidí hacer un cómic sobre su vida. Sería la versión felina de Cónan mezclada con Aragorn, o algo así.

Tapio dijo...

Me gustan mucho los animales pero los gatos me gusta verlos en la tele. Aún no se si es por mi mamona naturaleza alérgica o porque no soporto una mascota que no juegue contigo como lo hacen los, un poquito mas retardados, perros que poseo (bueno, ahora eu viven con mis padres).
Cuando niño tuve un gato que fue agredido por una nana dejándolo imposibilitado de usar sus patas traseras.. como odié a esa viejuja. De ahí que nunca en mi vida volví a tener gatos.
Buen relato, me gusta cuando los indefensos se vengan de los abusadores. Se aplica a este cuento, a mi niñez, a la política y a todo. Es simplemente hacer justicia.
Espérense a que encuentre a un desgraciado que anda hablando mal de mi en unos blog... se hará justicia. :)

Besos
T.

J. dijo...

Sólo he tenido un gato en mi vida, de características similares a Romero, pero se llamaba Blas. Nunca me han gustado mucho los felinos, diría que no hay una química particular entre ellos y yo no más.

El Blas fue un gran compañero, me lo regalaron en un período en que estaba muy triste estaba entrando a la universidad y mis papas habían decidido separarse, como no había nada en el mundo que mi hiciera feliz, no sé porque razón mi mamá pensó que un gato lo haría y fuimos a buscarlo a la casa de la Srta. Carmen. Cuando lo vi entendí porque mi mamá aceptaría tenerlo, era una bola gorda de pelo angora anaranjado con los ojos de color amarillo, en esa casa lo habían bautizado Oscar, pero yo opté por Blas. Sin duda el gato me mantuvo lo bastante ocupada como para “despreocuparme” de mi tristeza y por cierto tener una bola calientita acostada a mis pies por la noche fue una dulce compañía.

Creo que vivió 7 años, yo estaba viviendo sola, así que él se quedó con mi mamá, y un día me avisaron que lo habían tenido que sacrificar porque estaba muy enfermo. Era un gran gato aquel, y de vez en cuando aún pienso en él.