miércoles, mayo 02, 2007

¿Ha visto usted mis lentes?

Vanidad:
(Del lat. vanĭtas, -ātis).
1. f. Cualidad de vano1.
2. f. Arrogancia, presunción, envanecimiento.
3. f. Caducidad de las cosas de este mundo.
4. f. Palabra inútil o vana e insustancial.
5. f. Vana representación, ilusión o ficción de la fantasía.
ajar la ~ de alguien.
1. loc. verb. coloq. Abatir su engreimiento y soberbia.


Yo había decidido hace un par de años comprar mis lentes en el Club de Leones, por dos razones: Estaba sin trabajo y alejarme de la vanidad. Este año en cambio ya más establecida laboralmente y con un dejo de vanidad fui a la óptica y compré un par de lentes lindos y a la moda. Lentes que me costaron al menos 4 veces lo que pagué por los últimos que tuve.

-Los pagué en 3 cuotas precio contado-
-Terminé de pagarlos el mes pasado-

La semana pasada al buscarlos afanosamente en mi escritorio, cajones, bolsillos, cartera, no estaban. Llegué a casa y busqué debajo de la cama, en otros bolsillos, otras carteras, pregunté en todos lados, los lentes habían desaparecido.

Tengo diversas teorías respecto a su desaparición, me agrada más la de ciencia ficción. Nunca pierdo nada, y perdí mis vanidosos lentes, lentes que por lo demás necesito.

Así que me animé a lanzar al universo: ¿Ha visto usted mis lentes?

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Mi teoría es que alguien vino, entró y se los llevó. Tal vez una sombra o recuerdo, o algo por el estilo. En todo caso, podrías hacerle una amanda a San Expedito, si es qué los romanos aún no están vencidos.

J. dijo...

Sr. Anónimo:

Le diré que San Expedito no es precisamente un Santo de mi devoción. Aún así tengo una anécdota con él que me insita constantemente a la duda.

Sucede que yo estaba hace poco más de un año, comparando y meditando acerca de mi suerte y la de una antigua jefa muy devota de él. Esa comparación entre su suerte y la mía me llevaba a preguntarme: ¿Será posible que sea milagrero el Santo?, dado que –según ella- él solía sacarla de los más dramáticos entuertos en los que se metía. Entonces le dije al Santo en voz alta: “Si logras de aquí a que se acaba el mes (Faltaban poco más de 8 días para que acabara) conseguirme un trabajo de acuerdo con mi profesión y que me paguen bien, voy a Reñaca a una misa y a rezar un rosario. Lo hice sólo porque me pareció descabellado e imposible que ocurriera, pero pasó, me cambie a un trabajo que cumplió a cabalidad mi suplica desesperada y obviamente yo cumplí mi parte del acuerdo. Desde aquella vez, no he vuelto a hacer trato alguno con el Santo.

Cuando hablo-escribo de los romanos es una connotación algo más seria. Y yo espero efectivamente haberlos vencido. Si bien mi expresión religiosa en ciertos ámbitos es muy arcaica, de estampitas, cadenas de oración, rosarios y suplicas, al mismo tiempo es de constante rebelión y rechazo, puesto que en definitiva "la ignorancia" no me protege respecto de como se han nombrado o como los nombran en la actualidad, y más aún, porque creo que es casi inverosimil que existan seres humanos capaces de llegar a la "Santidad". En fin, a pesar de ésto he de reconocer que en cierta medida mi actual estado de salud quizás sea en parte –parte- de la fe y mis creencias religiosas, o al menos responde a un estado de comunión superior entre yo y el universo.

Anónimo dijo...

Bueno, ya con todo eso me parece que no he perdido mi divino sexto sentido. Y aunque la santidad es un concepto bastante dudoso parece que los humanos tienen en sus vidas bastantes cosas que las consideran sagradas.