lunes, enero 29, 2007

El Doctor

Ella algo entusiasta lanza un ¡Hola!
Él algo sorprendido y por cierto menos entusiasta responde: Hola.

¿Quién es ella? Pregunta la mujer que lo acompaña a él.
Una paciente suicida que tuve hace algunos años.
-Lanzo él en forma despectiva-
Su compañía lo mira algo sorprendida. No sólo por la audacia de él al lanzar el cuasi diagnostico tan de buenas a primeras, si no porque pareció notar que la mujer del saludo escuchó parte de la frase, y se quedó detenida en medio del pasillo del atestado mall en que se encontraron. Ellos en cambio, siguieron avanzando en silencio.

Él apuró el cochecito y trato con celeridad perderse en la multitud. La mujer que lo acompañaba trato de seguirle el paso y apremiada por la extrañeza y curiosidad de la situación, le tomó del brazo obligándolo a detenerse y preguntó ¿Qué pasa?.

Ella no me gusta, le lanzo él.
Ella respondió: ¿Y de cuando acá te gustan tus pacientes?
No, no me refiero a eso, lo sabes. Me creerías que ella le dijo a Claudio que le sorprendía que siendo tan buen Doctor me dedicara a eso de los disfraces, es más, le dijo algo como: “Quien efectivamente yo diría tiene algún tipo de trastorno de personalidad es Ignacio. Quizás por lo mismo entiende tan bien a sus pacientes. Es como si se disfrazara de Doctor y le diera resultado”. ¿Qué te parece?.

Ella sonrió, respondiéndole:¿No es acaso cierto?, y antes que él pudiera decir algo más ella agregó: Me refiero a lo de los disfraces, siempre te han gustado. Por lo demás es sólo una paciente que hizo un comentario, ¿Por que darle tanta importancia?.

Llegaron al auto, acomodaron la guagua y dejaron el cochecito doblado en la maleta. Él apoyó ambas manos sobre el volante y miro a su mujer. Finalmente ese es el punto, sabe que me gustan los disfraces y sabe algunas cosas más que no tendría porque saber. Ella me asusta, eso pasa, y traté de derivarla a otro sicólogo sin lograr mayores resultados. Quizás ni siquiera fui buen Doctor con ella, y traté de apurar lo que más pude su alta médica. Un día en un ejercicio grupal de relajación logro incomodarme a tal punto con sus comentarios que casi la saque del ejercicio, cuando finalmente con Claudio acordamos dar el alta, respiré aliviado de saber que ya no tendría esos ojos apoyados en los míos una vez por semana. Era extraña, te miraba y te hacía sentir que sabía tus secretos, que sabía cosas de ti que a nadie habías contado. Un par de sesiones hablamos largamente de su “No querer saber”. Que ese mismo “No querer saber” era lo que finalmente la había llevado a intentar suicidarse. Convencerla de que sólo era una creencia basada en un par de casualidades y concienzudos análisis de datos nos llevo mucho tiempo, pero finalmente tuvo resultado el tratamiento. Al menos con esa certeza nos quedamos Claudio y yo.

Su mujer lo miro de reojo y noto su perturbación, así que insistió: ¿Hay algo más que te molesta verdad?. Sí, le respondió él, si lo hay. El último día que nos vimos ella partió diciéndome que ya nos creía a Claudio y a mí, y que aceptaba su diágmostico, pero que debía decirme algo importante. Me dijo: Ayer volvió a suceder y lo vi a Usted, caminaba por el pasillo de un mall, iba empujando un coche, el niño era su hijo, y era de pelo rojo como la mamá de Usted. A su lado iba una mujer. Usted todavía no la conoce, a pesar de que fueron a la misma universidad, será su esposa. Ese día volveremos a vernos y usted dirá algo muy malo de mí cuando me vea en el pasillo. Por favor no lo haga -me pidió-, por favor, sea amable cuando me vea. Si no es amable conmigo pasará algo malo, yo estaba muy enojada y…

No la dejé terminar. Empecé con mis indicaciones y le dije que si seguía cancelaría su alta médica. Guardó silencio, y termino de escucharme. Al despedirnos me abrazo fuerte y me dijo: De verdad lo siento mucho. -Nunca más volví a verla. -

Su mujer sintió que un viento helado se paseaba por su espalda, miro por el espejo la cabellera roja de su hijo, pero decidió ser fuerte, tomar el brazo de su marido y decir: Vamos Ignacio, no creerás en esas cosas. Tú mismo lo dijiste: Estaba enferma y es sólo casualidad. Él la miro y sonrió, encendió el auto y comenzó a salir del estacionamiento.

Tras un poste estaba ella, mirando como el auto se alejaba.
El alivio llegaba y la rabia se perdía a medida que sentía que en sus dedos se enredaban el par de cables que había arrancado del auto del Doctor.

4 comentarios:

m. dijo...

desde agosto, claculo yo, que no pasaba por aquí. gracias por el saludo, J.
un abrazo

De paso dijo...

hey! no pude dejar de concentrarme. por más que quise seguir en mis cosas lo tuve que leer enterito.

mis felicitaciones.

J. dijo...

Gracias! :0)

Marta Salazar dijo...

escribes muy bien.

Viste la película Stay?

Me la recordó tu historia...