lunes, mayo 24, 2010

Las alas de Ícaro

Aún cuando tengo certeza que ya no queda nada más que dar, y qué el vacio lo ha invadido absolutamente todo…Ahí está la fría noche parada en el umbral de la puerta mirándome. Sostiene una guadañada pedida en préstamo a la muerte, para escarbar más profundamente en mis entrañas…por si quedara algo más que arrebatarme.

Es un día de lluvia… el viento entra en mi cuerpo y produce un eco profundo…esta todo finalmente vacio. Me acerco al acantilado buscando a Ícaro en las inmensidades del cielo…

Mi humanidad vencida se sienta en el borde y espera… ¿Dónde te has ido Ícaro?, ¿Acaso tu también me has abandonado?. Quizás sabio tú, has decidido ocultarte para no perder las alas que tanto ha costado construir…

El viento se estremece y por detrás de una nube aparece volando raudo en mi dirección… quise decirle que ya era tarde, que el filo de la guadaña lo había descubierto… debieras huir…escapar… pero me muestra su rostro cansado, también vencido, sin ganas de surcar nuevos cielos y de esquivar la oscuridad que persigue y agobia.

Ícaro se sienta a mi lado, ambos ya sin fuerzas para continuar… cerramos los ojos y al instante siento la fuerza de la guadaña rozando mi mejilla, y el estruendo que provoca la caída de una de las alas de Ícaro por el acantilado.

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