martes, junio 05, 2007

Mariposas

Mariposas de colores, de alas largas, de alas cortas....

Recuerdo que un día de junio acompañé a mi mamá al departamento de su amiga Marta, quien de entrada le mostró orgullosa un muro en el cual colgaban unos círculos de vidrio llenos de mariposas que su hijo le había traído de regalo desde Brasil. Ambas se dedicaron largo tiempo a alabar los colores y formas de las mariposas y luego quizás un poco cansadas de la contemplación, pasaron a otra habitación dejándome sentada en el living.

Me senté en un sillón justo en frente al muro y estuve largamente mirando a las pobres mariposas “atrapadas” en los vidrios redondos, seguí así un largo rato hasta que no pude evitar pensar que lo mejor era dejarlas volar. Me fui rapidito a la cocina, saqué un cuchillo, me subí sobre una silla, bajé cuidadosamente los círculos de vidrio sobre un sillón y comencé a despegarlos, en el lapsus que mi mamá y la Doña Marta charlaban amenamente en la otra habitación, logré sacar los platos, romperles el vidrio y acomodar las mariposas cuidadosamente sobre la mesita de centro.

Primero me extrañé que las mariposas no salieran volando al instante, entonces pensé que probablemente después de tanto tiempo encerradas, se les había olvidado volar..., ¿Cómo se les enseña a volar a las mariposas?. Recordé entonces que en el verano mi hermano y yo, habíamos encontrado en el patio un pajarito tirado bajo un árbol, al cual con cuidado subimos a no mucha altura y mientras mi hermano esperaba abajo con una frazada yo lo lanzaba de media altura, después de varios intentos, el pájaro aprendió a volar y se fue.

Como ahora mi hermano no estaba, se me ocurrió que a lo mejor si las lanzaba del balcón podrían volar solas, era harta la altura, así que tendrían tiempo suficiente para “Recordar” como se volaba. Sin hacer ruido, tome las mariposas, me acerque al balcón, abrí la ventana y las lance todas juntas...

Recuerdo muy bien que corría una brisa tenue, que las mantuvo un par de segundos frente a mis ojos, regalándome un maravilloso espectáculo de color...Pero no volaron, no recordaron como hacerlo, y poco a poco fueron cayendo al suelo, sin levantarse más.

Aún recuerdo la cara de espanto de mi madre casi arrancándome de la ventana y pidiendo disculpas, Doña Marta guardó silencio y me miró con un cierto aire de ternura, se acercó a un mueble del cual sacó una caja de cigarros de esas metálicas y me dijo que bajará, recogiera las mariposas, las guardara en esa cajita y las enterrara en mi jardín, ojalá donde hubiera hartas flores, bajamos con mi madre y recogí una a una las mariposas del suelo, y las guarde en la cajita.

Era un día de frío, como hoy, así que en una de las macetas de la entrada de mi casa, donde habían plantados narcisos, las enterré. La historia nunca se borro de mi mente, más cuando para sorpresa de todos, llegó un par de hermosas mariposas amarillas a descansar sobre los florecientes narcisos..

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