domingo, febrero 07, 2016

La hora de los muertos

Frente al espejo, una pausa y ver que la noche finalmente ha llegado.
Silencio, están transitando los muertos, suena su música, sus palabras hechas canción.

Tienes razón, ya nada será como cuando fuimos jóvenes y no existía el temor.
Fuimos jóvenes y éramos invencibles.
-Cierras la puerta y te marchas-

Te marchas.
Luego dices que lo sientes.
Dices que tu alma también se fractura como la mía.
Dices que a ti también por momentos mi ausencia atormenta tus sentidos.

Y deseo que sea otoño para que el viento recoja tus palabras y las lleve lejos de mí. Pero es verano y el sol decide seguir quemando todo aquello que fuimos. Enloquezco. Sólo me pido; Déjalo ir.

Como un fantasma apareces por la noche susurrando palabras que no alcanzo a descifrar...
Entonces le pido a otros que me visiten en sueños y me cuenten sus secretos. Les digo a los mortales que vengan  a mi morada y hablemos el lenguaje de los vivos, para yo poder olvidarme de los muertos.

Sí, es cierto, alguna vez fuimos jóvenes y nada parecía imposible... Pero comenzó la hora de los muertos, y nada puede detener su avance.

¿Puedes verlos?, ¿Puedes sentir su presencia?
Ellos dicen: Sólo déjalo partir.
Ellos sonríen y exclaman: Solemos lastimar con mayor intensidad a quienes -más- amamos.
¿Lo dudas?. Mira como ella te ha lastimado y se ha alimentado de tus entrañas cada día al salir el sol.

Pero ¿Qué duda cabe?, sonríes y el muro construido se derrumba... y no puedo detener la caída de los ladrillos imaginarios que te mantenían lejos de los despojos que dejaste antes de cerrar la puerta por última vez. Intento jugar al malabarista y atrapar entre mis dedos rotos, aquello que me permitía escapar de ti. Y sé que no lo lograré.

El Superhéroe que salva a la chica cuando ésta va cayendo por el acantilado.

Pero veo ese brillo de temor en tus ojos, y entiendo que mis palabras son innecesarias. Igual me oyes decir: Escuchemos las melodías adecuadas, y creamos por una vez....una última vez que todo puede ser posible. Cierra los ojos y sólo di: Lo intentaré. pídeme que me quede junto a ti, toma mi mano y siente que somos nuevamente invencibles, siente que ya....en la hora de los muertos, no hay demasiado que perder.

Y en medio de tus silencios invento juegos y despechos ficticios, dejo que me lastimen por instantes para ver si ese dolor, logra suplir la inmensidad del dolor que causas tu. Me aferro a la indiferencia de los otros mortales, con el anhelo profundo y siniestro de que su mortalidad apague finalmente la trascendencia de tu ser en mi ser. Despojo mi cuerpo con caricias extrañas, y dejo que el universo me plague de momentos e instantes de paz que se fugan en cuanto mi nuevo amante se levanta de la cama.

Los muertos furiosos esperan que pronto sea mi caída, piden vehementes aceptar que tu majestuosidad no permite volar y rescatarme del abismo. Y me gritan al oído: Déjate caer fastuosa sobre el césped verde antes que lo arrase por completo el ardiente sol, y se burlan de mi llanto lastimoso que no se deja ver porque hiere mis ojos.

Y aún cuando me saben loca y desbordada, no dejan de insistir con sus palabras, e imitan al viento y hacen sonar las campanas del jardín para que confunda aún más los sentidos, y gritan: ¡Piérdete!, ¡piérdete!, abandona y deja de resistirte.


Y cuando ya pareciese que el último grito de espanto y de dolor  logra escapar por mi garganta, los muertos se compadecen de mí, guardan silencio, y deciden esperan a que mi cuerpo casi inerte se estrelle finalmente en el suelo del acantilado.